Nuestra misión

Los Misioneros del Espíritu Santo hemos sido enviados a promover en todo el Pueblo de Dios la santidad, según el espíritu de Cristo Sacerdote y Víctima: así extenderemos el Reinado del Espíritu Santo.

Queremos promover una santidad al estilo de Jesús: profética, liberadora e inculturada. Vivir como Jesús implica compartir sus actitudes de contemplación y solidaridad, de fidelidad y misericordia.

El único que santifica es el Espíritu Santo. Por eso, sus Misioneros, tenemos como primera tarea colaborar con Él en la santificación de todos, ayudando a cada persona a realizar su misión específica.

Con la Iglesia, nos preocupamos por conocer y comprender mejor al mundo en que vivimos: su historia, su cultura, sus aspiraciones. Queremos hacer nuestros los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres y las mujeres de nuestros días, especialmente los de los pobres, y con todos luchar por construir un mundo más justo y más humano, donde podamos vivir como hijos y hermanos, según el proyecto de Dios.

Nuestro aporte específico en la construcción del pueblo sacerdotal consiste en promover la vivencia del sacerdocio común:

•Que lleva a un compromiso de seguimiento de Cristo Sacerdote y Víctima, quien da su vida en favor de sus hermanos para la construcción del reino de Dios,

• Que tiene su actualización en la Eucaristía y su expresión existencial en hacer de nuestra vida una Eucaristía.

«Nuestra Obra, como la de Jesús y de sus discípulos, es una obra de apostolado. Pero el apostolado no es, como casi todos se figuran, una empresa humana, es una empresa en la cual Dios mismo quiere obrar por medio de nosotros. Así debemos todos, y cada uno, comprender nuestro papel personal en la Congregación. Así, sobre todo, debemos entender el papel de la Congregación en la Iglesia universal: Jesús, Jesús, Jesús obrando, en unión con María, por medio de sus Misioneros.

El papel de la Congregación, y de cada uno de nosotros, es buscar ante todo dónde está la voluntad de Dios, dejándonos hacer y deshacer. Dios, Dios, Dios, primero Dios, su voluntad en todo».

 

Félix de Jesús Rougier, MSpS.

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