Amemos a María

Amemos a María 

Félix de Jesús Rougier, Fundador de los Misioneros del Espíritu Santo

El que no tenga una devoción apasionada a la Santísima Virgen, nuestra Madre, no es Misionero del Espíritu Santo.

Aunque lleve el santo Hábito, el Escapulario con su misterioso monograma, el simbólico manto blanco, no es Misionero del Espíritu Santo.

Aunque sea sabio, celoso a no poder más, activísimo en todas las Obras de las cuales lo encargó la santa obediencia, si no tiene una devoción ardiente a María, no es Misionero del Espíritu Santo.

Si no ama a María como verdadero hijo, con amor tierno y profundo, tampoco ama a Dios como se debe.

¿Y cómo podrá ser amado de Jesús, como Él nos lo ha prometido?

Sólo el devoto de María puede aspirar a ser amado de Jesús, y en la misma medida de su amor a María.

En el amor debido a María, nuestro Modelo es Jesús.

¡Oh Jesús, así como Tú amaste a María, haz que la ame yo!

El Misionero del Espíritu Santo que no abrigara en su corazón un sólido y entusiasta amor a María, sería como un pájaro que se esforzara en volar sin alas.

Un Misionero del Espíritu Santo debe creer firmemente que sin una especial devoción a María, no hará ningún bien sólido a las almas.

¡El amor a nuestra Madre es uno de los elementos principales del querido color!

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